
Los espacios que dicen simular la realidad o contar la vida a tiempo real son para los espectadores un instrumento de aprendizaje social. De ellos toman normas, valores o aprenden conductas para afrontar su vida. Sin embargo, aunque estos programas parten de la realidad y dicen contarla sin más a través de la experiencia de sujetos anónimos, lo cierto es que son productos mediáticos que buscan la rentabilidad y ganar audiencia. Ofrecen un tratamiento basado en la espectacularización que los aleja de ella: son una construcción mediática y social no exenta de valores e ideología. Como se explica en el artículo, los programas analizados inculcan valores machistas, minan el valor del esfuerzo y la formación en detrimento del éxito rápido y premian el culto al cuerpo frente a otras habilidades afectivas.
El trabajo en el aula con estos concursos, que tienen tanta audiencia entre el público joven, dota al estudiante de un referente crítico y teórico con el que analizarlos. Con actividades como la propuesta en este artículo, el docente aborda la educomunicación de una forma efectiva y realista, tratando los contenidos que los alumnos ven en sus casas y alentando su capacidad reflexiva para que realice un visionado responsable es este tipo de formatos.