A partir de una conferencia pronunciada en Almería por Elena Pedrosa el 3 de mayo de 2013 dentro de los actos de celebración del Día Internacional de la Libertad de Prensa, LXXXII Aniversario de la Asociación de la Prensa y entrega de los Premios Libertad de Expresión, la autora ha preparado este artículo para la revista Aularia.
Elena Pedrosa es miebro del Grupo Comunicar, doctora en Comunicación Audiovisual y Licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad de Málaga. Actualmente es profesora de Artes Plásticas y Diseño en la especialidad de Fotografía Artística en la Escuela de Arte de Almería.
Su planteamiento inicial es que la objetividad no existe, diferenciando los términos informar, que significa «dar noticia de algo» y comunicar, que significa «hacer a otro partícipe de lo que uno tiene». Una pregunta que se hace la autora: ¿Hasta qué punto la viabilidad económica y ese afán lucrativo de la carrera de las tecnologías de la información han sido el único criterio que se ha seguido para asegurar la construcción de un proyecto, el de las redes informativas, lo suficientemente sólido? La dictadura de la prisa por comprobar los resultados, cuanto y más si la presión de la competencia o de las directivas europeas se encuentran detrás empujando, hace que no se fundamenten en la base esos saltos cuantitativos que nos venden a las máquinas sin que sepamos aún acercarnos a su lenguaje ni comprendamos el alcance de su influencia.
Otra pregunta: ¿es lo mismo intelectualidad que inteligencia? y ¿es lo mismo formación que sensibilidad y consciencia?, ¿qué tipo de formación estamos dando y/o recibiendo? A la autora le resulta paternalista pensar que los cientos de licenciados que salen al año de las Universidades no tienen la capacidad intelectual ni el discernimiento suficientes como para escribir con estilo y criterio propio en las redes.
El verdadero reto del periodismo dependerá del tipo de sociedad en la que se desenvuelva, no de las herramientas tecnológicas que tenga a su disposición. Y, por supuesto, del tipo de sociedad que se quiera construir. Habrá de preguntarse, ¿qué tipo de intermediario quiero ser?, ¿para qué va a servir esta manera de comunicarme y estos contenidos que comunico?, ¿a quiénes?
Más que apuntalar el conocimiento, la autora opina que el verdadero reto estriba en apuntalar los cimientos de la responsabilidad humana. Las buenas personas serán las únicas que puedan cifrar una verdadera comunicación moral. Y no es moral anteponer intereses particulares, ni mezclar el bien común ni el servicio a la comunidad con el beneficio económico. Hay periodistas muy responsables, dice, pero la profesión en sí acaba consumiéndolos, de la misma forma en que el sistema capitalista en el que vivimos acaba consumiendo al individuo a no ser que acabe convirtiéndose en máquina, en masa, para formar parte de él. Mantener el espíritu crítico en una sociedad colapsada no es fácil, aunque es absolutamente necesario.