Un artículo en El País de hoy, día postelectoral, analiza un aspecto de la formación de la identidad de las personas a través del consumo, en especial el tecnológico. El texto reflexiona sobre cómo la presión consumista sobre los niños es cada vez mayor, lo que lleva a los padres a querer proteger a sus hijos contra lo que llaman el brand bullying: el sentirse aislados de sus amigos o compañeros por no tener la mejor marca de ropa o el último aparato electrónico. Parece que estas tensiones llegan desde el entorno adulto y alcanza sus mayores índices en las familias británicas, según un informe de la ONU.
“El sentimiento de culpa, de estrés, la baja (que no poca) predisposición a decir que no, hace que los padres cedan a las demandas de sus hijos”, explica una pedagoga. En el fondo de todo esto, se encuentra el eterno problema de los padres a decir que no a sus hijos y la clave de cómo hacerles comprender que las personas valen por lo que son, no por lo que tienen.
Según los expertos los menores deben saber que se les quiere por ellos mismos. Ponerles límites y pasar más tiempo con la familia parecen ser buenos consejos a seguir para evitar la aparición de estas problemáticas familiares y sociales.