Felicidad Loscertales, con muchos años a sus espaldas como educadora, profesora universitaria, motor de cambio social y comunicadora con brío, afirma en este artículo publicado en la Revista Aularia que educar no es tarea personal de docentes, ni de papá y mamá, ni de las instituciones religiosas o políticas, sino de todos y de ninguno en particular. Educar es comprometer al cuerpo social en pleno para que, desde la más reducida célula familiar hasta la sociedad más ampliamente considerada, y hablando ya en primera persona, “todos nos hagamos cargo”
Se trata, en suma, de comprender que educar es una tarea tan amplia y compleja que no puede estar en manos de una sola instancia social… ni de varias de ellas. Esto es lo que reza el aforismo que se ha podido escuchar a José Antonio Marina: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”.
Un personaje de Gilbert Cesbron al que preguntan “de qué es profesor” Contesta con una lógica abrumadora: -de alumnos, como todos los profesores. Una simple frase que refleja la más profunda comprensión del verdadero concepto de lo que es ser profesor y saber cuál es el principal objetivo de su comunicación.
Nunca será suficiente la importancia que se conceda a la comunicación positiva y equilibrada en el mundo académico. Porque muy frecuentemente la falta de estos imprescindibles contactos humanos provocan sentimientos de “extrañeza” o de “soledad en medio de los otros” y la inseguridad que de ahí se deriva es la causa de graves problemas. Por eso es necesario que la relación entre profesor y alumno se produzca fluida y sin tensiones de forma que sea posible que cada uno ocupe un puesto y desempeñe un rol que, aun siendo realista, le permita una autovaloración positiva y agradable.
Loscertales Abril, F. (2014). Familia, «escuela» y sociedad: Una esperanzada propuesta de futuro. ¿es posible ser docente en la sociedad actual? (II). Aularia, 3(2) Julio. pp: 9-16.
educar
El pequeño salvaje: ¿se puede educar respetando un sistema de valores e investigar al mismo tiempo?
Uno de los grandes problemas que se le plantean hoy a la antropología, y cómo no a la educación y a la sociología, es que los viejos trabajos de campo son ya obsoletos, que las antiguas formas de investigar la cultura y la sociedad hacen agua por todas partes, insistiendo en practicar el estudio de lo menos, de lo más restringido, cuando hoy las culturas y las sociedades «ya no están en los mismos lugares, debido a los desplazamientos físicos a lomos de la tecnología o del mercado», (Clifford, 1999).
A los educadores, cuando nos encontramos en acción de ‘educar’ se nos presenta el falso y ambiguo dilema: ¿investigamos y/o educamos?. Ya se han dado casos, y no pocos por cierto, en los que por llevar adelante una investigación, hemos olvidado que los sujetos de la misma pueden salir perjudicados. Los estudios del Dr. Itard, a principios del siglo XIX, con Víctor, el niño salvaje de l’Aveyrón, un pueblo francés, sirvieron para crear precedentes, afectaron a la opinión pública y dejaron para al posteridad interesantes conclusiones. El niño, ya adulto, murió sin socializar en el Hospital de Idiotas de París, en el que se le internó al cesar las subvenciones…
La parte positiva la reflejó Truffaut en su preciosa e interesante película «L’enfant sauvage» (1972). Los aspectos negativos se aprecian en otra investigación, comenzada en Estados Unidos en 1972, justamente el año en que se estrenaba la película citada, sobre una niña salvaje; infinidad de medios, un equipo multiprofesional de calidad y gran entusiasmo, acabó también al mismo tiempo que las subvenciones, con la niña, hoy adulta, en un centro de acogida. «Parafraseando un viejo chiste soviético, podríamos decir que estas situaciones son demostración viva de que la pedagogía no es una Ciencia, porque si lo fuera, no se experimentaría con jóvenes sino con primates, como hacen las ciencias serias». Bayón 1995.
Científicos actuales Clifford, Gould, Bilbeny, aportan datos para cuestionar las formas actuales de la investigación. Clifford afirma que no hemos entendido que la investigación en ciencias sociales cambia de sentido en el momento en que el mundo se globaliza, se actualiza, se hace más veloz el cambio cultural y se alteran la mayoría de los patrones que los sociólogos y antropólogos habíamos utilizado desde el siglo XIX.
Como expone Dean Rusk, «Es tan rápido el ritmo de los acontecimientos que, a menos que encontremos algún medio de mantener la vista fija en el mañana, no podemos esperar mantenernos en contacto con el hoy». Es necesario estar al día, y para ello es necesario investigar. No olvidemos, sin embargo, que mientras investigamos los niños crecen, obligando a familias y profesores a adelantarse a los acontecimientos, a crear situaciones educativas arriesgadas.
Sin embargo, para ello debemos reforzar y ajustar nuestro sistema de valores, ya que la inseguridad se hace carne con nuestra propia responsabilidad como educadores. «Toda heurística, es decir, todo sistema de búsquedas o de resoluciones de problemas que no puede probar todas las soluciones, sino que tiene que elegir atajos, dejar de lado caminos posibles, arriesgarse perdiendo seguridad para conseguir rapidez, ha de contener forzosamente un sistema de valores». Marina 1997.
CLIFFORD, J. (1999): «Itinerarios transculturales». Barcelona. Gedisa.
MARINA, J.A. (1997) «El laberinto sentimental». Barcelona. Anagrama.
Esto es un segmento de un articulo publicado en 2000 en Comunicar 14, pp. 43-49. Mensajes diferentes, métodos creativos y diversidad de valores para la socialización en un mundo tecnificado. Soluciones nuevas para nuevos problemas que se presentan a la especie humana en la sociedad de la información.