La revista como plataforma de publicación de un Congreso científico: Algunas recomendaciones

https://doi.org/10.3916/club-de-editores-048

Un tema que sin duda causa revuelo y opiniones encontradas es cuando los congresos se apalancan en revistas de reconocida trayectoria para fomentar la participación de investigadores, ergo aumentar sus matriculaciones. Algo que para unos es una simple estrategia de marketing, para otros es una contradicción a la ética de las publicaciones, pues el darle prioridad de acceso a ciertos trabajos, a expensas de la reducción de espacios para otros no vinculados con el evento, puede tener ciertas connotaciones negativas.

Sin embargo, este tipo de acciones no es algo de nueva data o contra natura, ni mucho menos. De hecho, es algo muy común en la comunidad académica internacional, sobre todo en asociaciones y redes que han creado en su seno reuniones anuales, congresos, revistas científicas, anuarios y hasta call for chapters de libros científicos. Por ejemplo, el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos [Institute of Electrical and Electronics Engineers] (IEEE) cuenta con más de 1600 congresos -muchos con proceedings en Scopus®-, 400.000 miembros, 340 secciones locales, y más de 6000 publicaciones indexadas. En este caso resulta muy normal que dentro de los congresos, además de los proceedings y research in progress, se pongan a disposición algunos monográficos o special issues ad hoc.

Otro caso muy común es el de las asociaciones internacionales de Comunicación (como ICA, IAMCR, ECREA, o ICORIA), que cuentan con congresos anuales organizados por secciones estables y grupos de trabajo temporales que promueven, a lo interno del evento, alguna serie específica de libros para hacer obras colectivas, o números especiales dentro de sus revistas asociadas.

Sin embargo, en los casos revisados es infrecuente evidenciar que se mezclen las revistas con las comunicaciones aprobadas, sino que lo más habitual es que en el marco de la preparación del evento por parte de las secciones estables y grupos de trabajo (muy especializados sobre una temática específica dentro de la rama o área del conocimiento del evento), sean los coordinadores de estos los que propongan una serie de outputs de la reunión, como por ejemplo algún monográfico en una revista, un call for chapters, o una serie de webinars para la difusión de las investigaciones.

¿Participar como revista de un congreso? Sí, pero con cautela

El que una publicación científica colabore con un congreso de su área del conocimiento es, a priori, algo positivo. No olvidemos que este tipo de reuniones es un espacio natural de interacción de la comunidad científica, lo que coadyuva a la visibilidad y consolidación de la revista en el colectivo de investigadores (su público objetivo por antonomasia), pero además garantiza que se reciban más trabajos -y por ende, haya más capacidad de selección-, algo que muchas revistas, sobre todo las emergentes, necesitan.

Pero hay que tener cuidado de no caer en la trampa de que la revista se convierta en un anzuelo dentro del entramado del consumer journey de un evento científico. Para evitar posibles confusiones, os recomendamos tener en cuenta:

  • La decisión editorial de crear un special issue para un evento científico debe sustentarse en que este esté avalado por instituciones, centros y asociaciones de reconocida trayectoria, cuyos organizadores sean investigadores consolidados en el ámbito del conocimiento, y que el evento tenga un comité científico de primer nivel.
  • Debe advertirse que todos los artículos que se reciban por parte de los organizadores del evento pasarán, indefectiblemente, por revisión editorial y por pares. Esto debe quedar meridianamente claro en la normativa de la revista, pero también en la web del evento y sus espacios promocionales.
  • Debe solicitarse a los organizadores que expresamente en la web y la promoción del evento científico se explique que la selección primaria de los artículos la harán los responsables del congreso o de los grupos de trabajo. De esta manera, la responsabilidad del primer cribado será exclusivamente de los organizadores.
  • En los congresos de mayor tamaño se deben pautar previamente entre el cuerpo editor y los organizadores el mínimo y máximo de artículos a recibir, la temática y los enfoques prioritarios del call for papers, así como la forma en la que se procederá al envío de los artículos (por ejemplo, por el OJS de la revista).
  • Los coordinadores del monográfico o special issue del evento deben ser investigadores de reconocida trayectoria científica. Además, debe intentarse que sean de colectivos distintos -geográficos, asociativos, y de grupos de trabajo- para evitar que puedan existir sesgos a la hora de hacer recomendaciones editoriales.
  • La revista debe hacer el esfuerzo de escoger pares revisores que no hayan participado en el mismo evento. Si son revisores externos a ese contexto geográfico y asociativo, se garantizará mayor imparcialidad y objetividad en las decisiones arbitrales.
  • Al igual que todos los artículos, los que lleguen por el congreso deberán pasar por el control antiplagio. Sin embargo, debe quedarles meridianamente claro, tanto a los organizadores del evento, como a los autores, que las comunicaciones que pasen a la revista no pueden publicarse, ni total ni parcialmente, en libros de actas u obras colectivas. Esto se advierte porque muchas veces estas obras editoriales se publican en papel, lo que hace imposible detectar similaridades por los softwares antiplagio.

Redes sociales generalistas: Gestionar una comunidad de la revista

https://doi.org/10.3916/club-de-editores-039

¿Tiene una publicación la necesidad de estar en Facebook, Twitter o LinkedIN? ¿Hacemos una cuenta en YouTube o Instagram? De ser así ¿cada cuánto y qué debemos publicar? Estas son algunas de las preguntas más recurrentes a la hora de afrontar una asesoría de publicaciones científicas, quizá por desconocimiento o simplemente por la incapacidad material de llevar a cabo la gestión editorial y las redes sociales -además de las decenas de responsabilidades que solemos tener los profesores universitarios-.

Las redes sociales son plataformas o interfaces que permiten la conexión entre varias personas para comunicarse, informarse, producir y compartir contenidos, entretenerse y, en definitiva, hacer «vida digital». Valga decir que son una especie de medios de comunicación masivo que, utilizados de la forma adecuada, pueden convertirse en un canal de difusión, tráfico, accesos e impacto –ergo citas- de los manuscritos publicados en las revistas, pero más importante aún: la creación y gestión de una comunidad digital que comparte nuestros intereses.

Asimismo, aunque la comunidad científica internacional no ha acogido completamente el sistema de métricas alternativas (altmetrics) como indicador de impacto -siendo preponderante el factor de impacto de la revista-, cada vez obtiene más importancia la medición de la “influencia social” de las publicaciones, calculado por los accesos a sus artículos a través de enlaces desde páginas web, blogs, medios digitales, Wikipedia, Facebook y Twitter, principalmente.

Así pues, parece lógico que una publicación debe tener perfiles en las redes sociales generalistas, pero no todas valen igual para todas las áreas o disciplinas. La escogencia de las plataformas en las que la revista tendrá perfil -que debe ser gestionado, al menos, semanalmente- obedece a la pregunta ¿en dónde están mis lectores? ¿en qué red se generan los debates más importantes de mi área de conocimiento? ¿En qué plataforma puedo generar mayor interés y comunidad? ¿En cuál red social suelen intercambiar opiniones los participantes de los congresos de mi área? Eso sí, para cada red que integremos en nuestro plan de difusión será necesario un esfuerzo ad hoc, que se traducirá en más horas de trabajo o la necesidad de más miembros del equipo editorial o técnico.

Lo anterior debe dejar meridianamente claro que los perfiles de las revistas deben ser únicos para cada una de ellas. En este orden de ideas, es común que en una misma universidad se editen una serie de publicaciones y que, para aprovechar el esfuerzo, se cree un perfil único de la editorial o, para más inri, que la institución dentro de su política de comunicaciones no permita la creación de canales independientes para las revistas, buscando aprovechar la creación de contenidos de la publicación para nutrir sus canales institucionales. Ambas situaciones lo que reflejan es la ausencia más absoluta de comprensión de la unicidad y autenticidad de los canales para la creación de comunidades digitales, cada una con intereses, deseos y pretensiones totalmente distintas.

Twitter, Facebook y LinkedIN: La santísima trinidad de las RRSS

La escogencia de la plataforma en la que tener perfiles obedece principalmente a las características de nuestros lectores o público meta (target). En este sentido, el diagrama de públicos de interés (stakeholders) de una revista suelen ser (escalonadamente) los investigadores, los investigadores nóveles y doctorandos, los estudiantes de postgrado, los estudiantes de grado y profesores no-investigadores, los profesionales del área de la publicación (practitioners), medios de comunicación y público general; aunque este orden de prioridades puede ser distinto en algunas revistas científicas destinadas prioritariamente a profesionales (practitioners), como ocurre en ciertas publicaciones del área de Ciencias de la Salud.

Más allá de aspectos etarios y geográficos, los tres primeros escalones del mapa de públicos suelen estar generalmente en Twitter, Facebook y LinkedIN -esta última cogiendo más fuerza en los últimos dos años-. Por supuesto, cada una de estas interfaces deben gestionarse atendiendo a sus peculiaridades, como tamaño ideal del post o tuit, dimensiones idóneas de imagen o vídeo, tipo de redacción que genera mayor engagement, etiquetas o hashtags que aumenten la difusión, entre otras, además de intentar tener un papel activo en los espacios de discusión del área de conocimiento como son los grupos o etiquetas específicas de eventos (como Congresos de la disciplina o afines), lo que paulatinamente irá atrayendo comunidad específica de interés a nuestros canales.

Si bien es cierto que tener una comunidad grande puede ayudarnos a tener mayor alcance orgánico y visibilidad, no necesariamente esto se traducirá en impacto efectivo (y citas) de la revista. Por esta razón, de nada vale tener 15 mil seguidores del perfil si estos son -por ejemplo- estudiantes de grado de la universidad matriz de la revista. El aspecto estratégico de la gestión de redes generalistas pasa obligatoriamente por comprender los públicos prioritarios y la generación de contenido de calidad e interés para nuestra comunidad específica, con el fin de ir sumando a nuestro perfil, poco a poco, al público estrella: los investigadores.

En este sentido, si bien las redes suelen estar gestionadas por personal técnico especializado (preferiblemente) que estén al corriente de comunicación digital, diseño, edición de vídeos cortos, generación de leads, redacción publicitaria (copy), entre otros aspectos, es responsabilidad del equipo editorial -especializado en la disciplina- guiar y supervisar al community en los contenidos a compartir, congresos a los que atender (etiquetas) o investigadores a los que seguir o referenciar.

Instagram y YouTube ¿Por qué no?

“Yo he visto perfiles de revistas en Instagram y tienen muchos likes” Yo también. Aquí volvemos al punto inicial ¿dónde está tu público estratégico? ¿Ya lo tienes cubierto? Lo más probable es que los investigadores del área estén en las redes sociales anteriores (Twitter, Facebook y LinkedIN) y que acudan -dependiendo de factores como su edad- a perfiles de Instagram, Tik Tok, Club House, e incluso YouTube para otros aspectos menos profesionales.

Obviamente mientras más redes sociales atendamos, mayor visibilidad obtendrá la revista ¿Puedes tener un perfil en Instagram? Sí. Sin duda es una red que va a generar algún alcance concreto, pero no es -a día de hoy- la más idónea para alcanzar la base de la pirámide. Pudiera atreverme incluso a sugerir que es más estratégico -en términos de impacto efectivo- tener canales especializados en Telegram, o perfiles en redes sociales chinas (como Weibo o Douban) con más de 150 millones de usuarios que Instagram en este momento. En las redes sociales funciona el viejo adagio de “menos es más” en términos de concentrar más tiempo y calidad de publicaciones en las que nos funcionan y en las que está nuestro target principal.

Por último, con respecto a YouTube, este no suele ser utilizado como red social, sino como una plataforma de vídeos en streaming, aun cuando nos permite seguir canales, interaccionar con likes y comentarios o compartir vídeos. En este sentido, funciona como una especie de “contenedor” de piezas audiovisuales que compartimos en webs, blogs y otras redes sociales. En el caso de la Revista Comunicar, en YouTube (ver canal) tenemos una especie de videoteca de documentación con todos los call for papers, videoabstracts, contenidos generados para las distintas secciones de la revista y entrevistas a autores, editores y coordinadores de monográficos.

Ética de las publicaciones científicas y códigos de conducta

https://doi.org/10.3916/club-de-editores-035

Las publicaciones científicas son comunidades en las que confluyen autores, revisores y equipo editorial, teniendo cada uno de ellos un rol y una serie de derechos y obligaciones inherentes a su actividad. Sin embargo, más allá de asuntos de derechos de autor no existen normativas internacionales de obligatorio cumplimiento para ninguna de estas partes, por lo que es la ética la que salvaguarda el conjunto de costumbres y pautas de comportamiento en estas relaciones sociales-académicas.

En este sentido, y para entenderlo en la praxis, el hecho que una revista se tarde un año en poner en revisión un manuscrito, un autor que pone como firmantes en el artículo a personas que no participaron en la investigación, o un revisor que pide que citen sus propias investigaciones en el informe, no son actitudes que conlleven una coacción jurídica pero que sin duda son comportamientos contrarios a la integridad académica, óbices de un relacionamiento óptimo y que indefectiblemente repercutirá en la imagen y reputación de la publicación y de su comunidad científica.

Aunque no han sido pocos los esfuerzos de establecer códigos de conductas y buenas prácticas en la investigación y las publicaciones -sobre todo en áreas de medicina y biología- (ver aquí algunos de ellos), la entidad más reconocida internacionalmente es el Committee on Publication Ethics (COPE) [Comité sobre Ética de las Publicaciones], organización no gubernamental creada en 1997 y que en la actualidad cuenta con más de 12.000 publicaciones suscritas, estando asociada además con el Consejo de Editores Científicos (CSE), la Asociación Europea de Editores Científicos (EASE), el Directorio de Revistas de Acceso Abierto (DOAJ), y otras entidades regionales y locales.

COPE ha establecido en 2017 un decálogo de prácticas que recomiendan que sean implementadas y publicitadas en las publicaciones científicas suscritas:

  • Alegatos de conducta impropia: Las revistas deben explicar claramente cómo atienden las denuncias de fraude académico y sobre cómo realizan los procesos de investigación en estos casos.
  • Autoría y contribuciones: Las publicaciones deben ser transparentes para establecer los requisitos de autoría y contribución.
  • Reclamos y recursos: Las revistas deben explicar detenidamente los procesos que tienen para la tramitación de quejas contra ella misma, su personal editor y los revisores.
  • Conflictos de intereses: Debe ser obligatorio que los autores y revisores declaren si existen conflictos de interés con la temática o el financiamiento.
  • Datos y reproducibilidad: Se deben explicar las políticas de la revista sobre acceso a los datos.
  • Supervisión ética: Debe incluir, entre otras cosas, políticas sobre el consentimiento para la publicación, la publicación sobre poblaciones vulnerables, la conducta ética de la investigación con animales, la conducta ética de la investigación con seres humanos, el manejo de datos confidenciales y las prácticas comerciales y de comercialización éticas.
  • Propiedad intelectual: Todas las políticas sobre propiedad intelectual, incluidos los derechos de autor y las licencias de publicación, deben describirse claramente. Además, cualquier costo asociado con la publicación (APC) debe ser claro para los autores y los lectores.
  • Gestión de la publicación: Es esencial contar con una infraestructura bien descrita y aplicada (organigrama), que incluya el modelo comercial, las políticas, los procesos y los programas informáticos para el funcionamiento eficiente de una revista con independencia editorial, así como la gestión y la capacitación eficientes de los consejos editoriales y del personal de redacción y publicación
  • Proceso de revisión por pares: Todos los procesos de revisión por pares deben ser descritos de manera transparente y bien administrados. Las revistas deben impartir capacitación a los editores y revisores.
  • Debates y correcciones post-publicación: Las revistas deben permitir la publicación de los artículos de debate en su sitio web, mediante cartas al editor, o en un sitio externo moderado, como PubPeer. Deben tener mecanismos para corregir, revisar o retirar los artículos después de su publicación.

En el caso de la Revista Comunicar se ha ido más allá de lo estrictamente solicitado por COPE, incluyendo un conjunto de compromisos de obligatorio cumplimiento para editores, revisores y autores (disponible aquí).

Métricas a Nivel de Artículo, las revistas deben colaborar con la causa

https://doi.org/10.3916/club-de-editores-013

Una de las responsabilidades de una revista, con relación a sus autores, es la de proporcionar datos que revelen la actividad de los artículos que publica. Habitualmente, las revistas han presentado los datos de manera agregada, al nivel de las revistas. Las Métricas a Nivel de Artículo (ALMs Article Level Metrics) pretenden desagregar todos esos datos y ofertarlos por artículo, aprovechando las posibilidades de las plataformas digitales de revistas (Journal Management Systems). Estos datos son importantes para las propias revistas pues les permite obtener una información muy valiosa sobre el uso, repercusión y distribución de cada uno de los trabajos que publican y por tanto de su papel como entidades evaluadoras y difusoras de trabajos. No obstante, es especialmente útil para los autores, pues estos datos son un reflejo de la calidad de los trabajos que pueden ser (y deberían ser) usados en procesos de evaluación.

Una de las revistas pioneras en ofrecer estos datos fue Plos One (2005) que entre muchas novedades incorporó una plataforma de gestión que aprovechaba al máximo toda la información que los usuarios registraban y la repercusión de los artículos en otras plataformas (Tabla 1). De hecho, es común que se usen las métricas tradicionales de citas, con las métricas de uso web y en conjunción con métricas alternativas. Sin embargo, estas métricas fuera de contexto no tienen una medida para ser comprendidas, las métricas tienen que estar contextualizadas, relativizadas en el tiempo y en el espacio, es decir, que las citas de un artículo se deben poner en relación con las del conjunto de su revista o su categoría en el número o el año en que se publicó. Para ello, existen productos como Incites (Web of Science) o SciVal (Scopus).

Tabla 1. Métricas a Nivel de Artículo registradas por Plos One (2005)

¿Por qué las Métricas a Nivel de Artículo son importantes para la evaluación científica?

La evaluación científica del profesorado español se basa principalmente en la valoración de las publicaciones según la calidad de los medios en los que se publica, se aproxima la calidad del artículo a la calidad de la revista que lo publica. ¿Por qué? Básicamente porque apenas había información que nos ayudaba a situar la relevancia de cada trabajo, especialmente de los recién publicados. Por ello, se asumía (y asume) que publicar en una revista de calidad implicaba “competir” y “ganar” a otros trabajos para poder publicar, pues existe una relación directa entre el impacto de las revistas y sus tasas de rechazo. Por cierto, esto ya no es así con las MegaJournals, donde la competitividad por publicar teóricamente desaparece.

Es decir, que se evalúa un trabajo por la presencia de una revista en ciertas bases de datos y los indicadores promedio (Factor de Impacto, CiteScore, Scimago Journal Rank) que se genera, lo que provoca una gran desigualdad, pues sabemos que unos pocos trabajos reciben la mayor parte de las citas que posicionan a las revistas y en cambio la mayoría de los trabajos pasan sin pena ni gloria. Dicho de otra forma, un trabajo se evalúa por asociación con la calidad del medio que lo publica. ¿Qué proponen las Métricas a Nivel de Artículo? Algo simple, evaluar un trabajo de forma directa según indicadores, principalmente las citas, que han generado el propio trabajo poniéndolos en relación con el conjunto. Los indicadores a nivel de artículo son mucho más fiables y justos.

Por ejemplo; el siguiente trabajo de Andreu Casero publicado en la revista amiga “El Profesional de la Información” obtiene un número de citas elevado (16 citaS). En principio la revista EPI estaba situada en el segundo cuartil de la categoría “Library and Information Science” posición 43 de 88. Sin embargo el artículo es uno de los trabajos más citados de la revista. InCites (Web of Science) nos indica que le trabajo recibe 5.28 veces más citas que el promedio de artículos publicados en EPI en 2017. A la vez, recibe 4.61 veces más citas que los artículos publicados en el área (Library & Information Science), por lo que si ordenásemos los artículos de esa categoría ese año de más citado a menos citado el artículo escrito por Andreu Casero se situaría en el percentil 3, o dicho de otra forma; ¡este trabajo está en el 3% más citado de su categoría!

Las revistas deben preocuparse por facilitar los datos de uso de los trabajos que publican, así como de buscar otros datos como las citas en distintas plataformas y a ser posible los registros altmétricos, pero como decíamos al principio, estos datos hay que contextualizarlos para poder darles valor. Por ejemplo, esta semana, hemos publicado en Comunicar las citas relativizadas de los artículos, al objeto de que sirvan a los autores para justificar mejor la calidad de sus trabajos en convocatorias como la de Sexenios de Investigación. Sólo con la colaboración de las revistas podremos evolucionar en nuestra forma de evaluar y medir algo más cercano a la realidad, objetivo de todo proceso evaluativo.