https://doi.org/10.3916/escuela-de-autores-187

Imagine por un segundo que, en vez de ser autor e investigador, usted se dedica al sector servicios: es un odontólogo, un fontanero, un abogado, un mecánico o un cerrajero. Si su servicio no tiene página web y esta, a su vez, no está correctamente diseñada y con un buen posicionamiento SEO, estrategia SEM y de Google My Business, posiblemente será menos contratado que sus competidores, pues su clientela ni siquiera conocerá de su existencia.

Vivimos en la Sociedad de la Información y en un ecosistema comunicacional reticular fundamentado en datos y redes. Por esta razón, la respuesta a priori casi para cualquier profesión, arte u oficio, es que tener una página web personal resulta una necesidad cada vez más patente.

Sin embargo, los autores muchas veces tenemos el apoyo de nuestras instituciones para la creación de un perfil web dentro de la página de la Universidad o Centro de Investigación con el que mostrar nuestras investigaciones, favorecer la visibilidad de nuestro CV y ofrecer vías de contacto, como correo electrónico o perfiles en redes sociales académicas. También es cierto que las redes sociales académicas (ResearchGate, Academia.Edu, Mendeley) permiten subir publicaciones e información curricular.

Con estas soluciones, además de las redes sociales convencionales (LinkedIN, Twitter, Facebook, Instagram), la inmensa mayoría de los autores logran una mayor visibilidad personal y la de sus obras. Por tanto, no todos los investigadores necesitan tener una web personal que comporta -por un lado- una inversión económica importante (dominio, hosting, plantillas, antivirus y seguridad, mantenimiento, etc.), y por el otro lado, un trabajo constante de actualización de información y creación de contenidos.

Es cierto que una página web propia permite trabajar mejor el SEO, lo que aumenta la visibilidad bajo algunas keywords, lo que impulsa a que nuestras investigaciones sean más conocidas y, en consecuencia, citadas por otros académicos y medios de comunicación. En este sentido, una de las ventajas de tener una web propia es el control de la información, pues tenemos la capacidad de destacar los aspectos más importantes de nuestro trabajo, presentarnos de manera profesional, e incluso ofrecer servicios de formación y transferencia de investigación, vinculación con empresas y otros centros, sin el encorsetamiento y rigidez de las plantillas de la web de la Universidad o las redes sociales académicas.

Asimismo, una web propia nos permitirá establecer mayores canales de comunicación y mejorar el portafolio de investigación, permitiendo no solo difundir nuestras publicaciones, presentaciones y proyectos, sino también incluir un blog con resúmenes de las investigaciones realizadas, así como opiniones profesionales a todo lo que afecta nuestro campo de estudio.

En definitiva, si el objetivo que queremos alcanzar con una web es el de visibilizar nuestro CV y las publicaciones realizadas, puede ser más que suficiente el espacio web que nos da nuestra Universidad o Centro de Investigación y las redes sociales académicas. Si por el contrario tenemos más que “contar” u “ofrecer”, una web correctamente diseñada en la que se destaquen claramente esos servicios de transferencia o formación podría ser la estrategia ideal.

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