Las comillas son un signo de puntuación que se utiliza comúnmente en la escritura académica y científica. En español se utilizan 3 tipos de comillas, las comillas bajas o latinas (« »), las cuales destacan al prescribirse como primera opción al momento de realizar una cita, además de ser frecuentes en ciencias sociales y humanidades, mientras que las comillas altas o inglesas (“ ”) y las comillas simples (‘ ‘), se emplean en textos que previamente ya se encuentran entrecomillados con citas bajas o latinas, siendo adoptadas con mayor asiduidad para citaciones en textos científicos.
Entre los múltiples objetivos de utilizar comillas está insertar enunciados textuales evitando de ese modo incurrir en plagio, cumplir cabalmente con estilos de referencia, añadir términos inusuales o acuñados recientemente e incorporar palabras o frases en otra lengua.
Al profundizar en el primer objetivo, las comillas delimitan el contenido presentado en el que se repiten las palabras exactas de un fragmento permitiendo asegurar que el lector entienda que la información expuesta proviene de otro texto y previendo así al autor de cometer plagio a otras fuentes. A propósito de ello, la determinación de las comillas en citas directas textuales dependerá de las normativas sujetas a los estilos de cita bibliográfica, en el caso del estilo APA, normativa utilizada por Comunicar, se utilizan comillas en las citas textuales directas inferiores a 40 palabras.
Por su parte y de manera complementaria, la presentación de referencias bibliográficas también sigue un protocolo en el uso de comillas. Los estilos Modern Language Association (MLA), y Chicago atribuyen el uso de comillas en publicaciones periódicas, ambas en el título del documento.
MLA: Díez-Gutiérrez, Enrique, and José-María Díaz-Nafría. “Ecologías de aprendizaje ubicuo para la ciberciudadanía crítica.” Comunicar: Revista Científica de Comunicación y Educación 26.54 (2018): 49-58.
Chicago: Díez-Gutiérrez, Enrique, and José-María Díaz-Nafría. “Ecologías de aprendizaje ubicuo para la ciberciudadanía crítica.” Comunicar: Revista Científica de Comunicación y Educación 26, no. 54 (2018): 49-58.
En tercer lugar, las comillas pueden evidenciarse en neologismos, palabras y frases que pudieran tener una conceptualización alternativa o que a su vez se fundamenta en una terminología sumamente técnica dentro del entorno académico. Respecto a dicha premisa, el artículo número 25 (2005) de Comunicar: El Informe del «Comité de sabios»: bases para una televisión de calidad, alude «Comité de sabios» a un grupo de expertos técnicos para la gestión y financiación de los medios de comunicación públicos. Ahora bien, en Comunicar 20 (2003): Propuestas de «e-orientación» para una educación intercultural, la «e-orientación» se concibe como una terminología especializada en educación y pedagogía.
Por último, cuando las palabras utilizadas son de otro idioma y su traducción literal pudiera afectar el significado que pretende adjudicar el autor y de alguna forma descontextualizar el sentido de la publicación se puede utilizar la palabra en ese idioma y entre comillas. En el artículo: Fenómenos televisivos «teenagers»: prototipias adolescentes en series vistas en España de Comunicar 33 (2009), si bien «teenagers» pudiera traducirse como adolescentes, en este caso, al tratarse bajo circunstancias mediáticas estadounidenses y que la misma globalización le ha conferido dicho término propinándole un reconocimiento mundial, entonces, lo más efectivo sería mantenerlo intacto y sin modificaciones como en efecto ocurre en la publicación. Adicionalmente, en el artículo: Artivismo y ONG: Relación entre imagen y «engagement» en Instagram de Comunicar 57 (2018), traducir la palabra «engagement» al español y sustituirla por compromiso se alejaría de la definición que busca responder a los objetivos de la investigación.
En definitiva, las comillas son imprescindibles para una redacción correcta en publicaciones académicas, en tanto, conocerlas y aplicarlas es una prioridad para los investigadores.
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